Reflexiones sobre #crowdfunding (IV): ¿Cultura gratis?

Reflexiones sobre #crowdfunding (IV): ¿Cultura gratis?

reflexiones sobre #crowdfunding ” es la serie derivada de “#crowdfunding de la semana” en la que comparto mis opiniones sobre el micromecenazgo tal y como se está normalizando a través de internet. Lo hago para poner en orden mis pensamientos y para intercambiarlos con los vuestros, así que ¡opinad, malditos!

Esta tarde, en el Festival de Cine Low Cost hemos vivido uno de esos momentos que en los últimos tiempos se está repitiendo bastante: hacia el final de la mesa redonda con el director de El Orfanato y Lo Imposible J. A. Bayona, la productora Belén Atienza, el director Isaki Lacuesta y el director Juan Cavestany, Bayona y Lacuesta han atacado duramente las descargas de películas y han provocado la reacción de parte del público, incluyendo la de algunos cineastas presentes.

La más significada ha sido la última persona en disponer de turno de palabra, una chica (ver Edición al final del artículo) que ha reclamado el derecho a descargarse cuantas pelis quiera argumentando que es deber de los creadores buscar la manera de monetizar las descargas, y ha citado el ejemplo de “las licencias Creative Commons y el copyleft”, y de cómo “el Cosmonauta han conseguido levantar una peli con crowdfunding”.
Lamentablemente, la respuesta a sus argumentos han sido similares: que si descargarse una peli es como robar un coche, que si a las telefónicas bien que se les pagan cuotas astronómicas…

Vamos a ver.

Empecemos por las licencias Creative Commons. Las licencias CC ni son la panacea, ni son nada especialmente novedoso, ni son copyleft, ni mucho menos son una forma de monetizar la propiedad intelectual. Como ya debatí con Gala, las CC son un apéndice del copyright: básicamente lo único que hacen es legitimar la copia en casette de toda la vida de una forma rápida, sencilla y comprensible. Pero no anulan el copyright, sólo lo limitan a gusto del propietario del mismo. Del propietario, que ni necesaria ni habitual ni exclusivamente suelen ser los autores. La utilidad habitual de las licencias CC no es su monetización, sino usarlas para facilitar la difusión de la obra y que, a través de otros canales, ésta sea monetizada.
Ejemplo: Si difundo mi música con licencias CC es más probable que más gente la escuche y por tanto es más probable que alguien compre la edición chachi-especial y/o que compre una entrada para mi concierto en directo.
Con cine esto sería: Si difundo mi peli con licencias CC es más probable que más gente la vea y por tanto es más probable que alguien compre la edición chachi-especial y/o que compre una entrada para mi proyección en direct… AH, NO, ESPERA. ¿Veis que plantea un problema? Luego sigo con esto.

Prosigamos por el caso de El Cosmonauta. De momento, en El Cosmonauta no han levantado una peli: aún están en plena postproducción. El proyecto inicial contemplaba recaudar “sólo” un 8% de su presupuesto con el crowdfunding (el resto venía de fuentes de financiación normales, aburridas, corrientes… y públicas por cierto), y aunque han pulverizado todas las previsiones de momento “sólo” han financiado el 54% por ciento del presupuesto, 460.000€. De estos, 245.000€ (casi un 30% del presupuesto) los han conseguido con crowdfunding.
¿Sí, seguro?
No.
“Sólo” 27.500€ de esos 245.000€ han sido financiados mediante crowdfunding al uso, es decir, mediante “preventas”. El resto, más de 217.500€ , lo han conseguido con lo que podríamos llamar crowdinvestment. Es decir, han aprovechado la campaña de crowdfunding a través de la red para hacer un llamamiento a pequeños inversores (a partir de 100€). Un tipo de campaña de captación de inversores que por cierto está prohibido en unos cuantos países, como en EEUU mismo.
Estos inversores, por pequeños que sean, han invertido buscando una rentabilidad futura. ¿Cómo se garantiza esta rentabilidad? Pues de la misma forma que se ha hecho hasta ahora: vendiendo la mayor cantidad de entradas de cine posibles, vendiendo la peli a la mayor cantidad de TVs posibles, vendiéndola a la mayor cantidad de países posibles, vendiendo la mayor cantidad de DVDs posible, y finalmente vendiendo la mayor cantidad de VOD posible.

Pero… ¿Cómo van a venderse tales cantidades de unidades si, como ya está pasando, las ventas han bajado en picado (en todos los ejemplos que os he enumerado) debido al fácil acceso de la gente a copias gratuitas (sean legales o no)?
Luego sigo con esto (que quede claro que aplaudo el tremendo trabajo que han hecho los de El Cosmonauta).

Avancemos hacia el caso de las telefónicas que no sufren la ira de los usuarios. Pues mira, es una verdad como un templo: Tenemos uno de los ADSL más caros de europa en relación a la escasa calidad y ancho de banda de nuestra línea. Y sin embargo, ahí estamos todos, pasando por el tubo de pagar un dineral por nuestra línea de ADSL, por nuestro internet móvil…
En numerosas ocasiones el sector cultural ha pedido al legislador que interceda para que las compañias de telecomunicaciones, claramente beneficiadas en el pastel actual (la gente quiere más y más ancho de banda) tengan que invertir en aquello que hace un uso más intensivo de sus anchos de banda, la propiedad intelectual –sea un uso legal o ilegal–. Y de momento esto no está ocurriendo.

Y finalmente, vayamos al caso de los coches robados. Es una soberana tontería. Como ya se ha explicado centenares de veces, si yo me copio tu obra, tu sigues disponiendo de ella. Si te robo el coche, ya no podrás usarlo. Sin embargo, esconde un debate que no sale a la luz porque afecta a muchas más facetas de la vida: la legitimidad (o no) de la propiedad (privada) intelectual y, por extensión, de la propiedad privada en general.

Los movimientos pro-cultura libre a menudo evitan abordar el asunto en clave económica, y eso nos desvía tanto del debate immediato (¿Quién paga la producción de propiedad intelectual? y en extensión ¿De qué vivimos los que nos dedicamos a esto?) como el de profundidad (¿Qué legitimidad tiene la propiedad privada, tangible o intangible?).
Hasta hace nada la mayor parte (un 66% en teoría, a la práctica hasta el 100%) de la producción de propiedad intelectual se estaba pagando de forma directa o indirecta con dinero público. Entonces, desde mi punto de vista, me pregunto
¿Ya que ya lo estamos pagando, no es lógico que los ciudadanos queramos acceder libremente a dicha producción?
¿Por qué no asumimos públicamente el margen que falta para que eso sea posible?
La alternativa, que es la defensa a ultranza de la propiedad (privada) intelectual, también significaria exigir a los privados que asumieran el 100% de la inversión necesaria para llevar a cabo cualquier producción de propiedad intelectual o patentes. Y esto, amigos, no ha ocurrido nunca.

Perdón, sí ocurre. Ocurre con Gran Hermano y las patentes de viagra y tetas postizas.

En resumen: o follamos todos o pinchamos la muñeca. El punto medio es inasumible. Yo digo Cultura Libre, Cultura Pública.

En la foto: Kim Dot Com. El de Megaupload. Venga, que yo también tenía bono. Que a todos nos mola la cultura gratis pero el bono no nos lo quita nadie, ¿eh? Bueno tranquilos, que también tengo el de Filmin.

Edit 00h30: Vale, al final no he hablado de todo lo que iba prometiendo. Es muy tarde, lo dejo para una siguiente entrega… Estoy seguro que por la extensión del artículo no será algo grave… 😉 ¡Gracias!
Edit 03/JUL/2012: La chica a la que me refiero en el artículo me ha encontrado vía Twitter. Se trata de Elena Fraj, colaboradora de la eXgae, profesora de bellas artes en la UB y doctoranda en vídeo experimental en la UAB. A ver si se anima a debatir en profundidad. Añadiré los twits a los comentarios.