Reflexiones sobre #crowdfunding (I): mi historia

Reflexiones sobre #crowdfunding (I): mi historia

reflexiones sobre #crowdfunding ” es la serie derivada de “#crowdfunding de la semana” en la que comparto mis opiniones sobre el micromecenazgo tal y como se está normalizando a través de internet. Lo hago para poner en orden mis pensamientos y para intercambiarlos con los vuestros, así que ¡opinad, malditos!

No es que me haya vuelto un obseso del crowdfunding de la noche a la mañana, no, es que estoy intentando encontrar más tiempo para compartir algunas opiniones. Este año, probablemente empujados por las dificultades financieras del sector cultural, han empezado a florecer proyectos con financiación colectiva más ambiciosos, y ya hace tiempo que se habla de ellos con realismo: lo hizo Roger Palà sobre la campaña de crowdfunding de Enderrock para un documental de Lluís Llach, lo hizo Jaume Albaigès de cara a campañas de ONGs,

Descubrí que la cosa se estaba poniendo seria con lo de la preventa pública y el micromecenazgo colectivo en la red con IndieGogo en 2008 y Kickstarter en 2009 (este último portal, con tan sólo dos años ya había recaudado 70M$; véase el artículo de blog en Kickstarter por su 2º aniversario). En aquel momento me llevé un buen chasco porque en la plataforma que me pareció fiable, que fue Kickstarter, tal y como aún pasa debes ser residente en EEUU y tener cuenta bancaria allí para poder iniciar un proyecto, lo que me impidió usarlo para cofinanzar mis proyectos de final de carrera. Al parecer entonces ya existía Partizipa, pero no supimos encontrarnos mutuamente.

En 2010 apareció (o se hizo público) el proyecto El Cosmonauta, que era el primer gran proyecto cinematográfico español que apostaba “seriamente” por el crowdfunding. Cito “seriamente” porque inicialmente apenas calculaban recaudar así el 8% de su presupuesto, aunque de momento ya llevan mucho más. Con su tirón aparecieron a finales de aquel año Lánzanos y Verkami. Ésta última fue la plataforma que yo escogí para participar más activamente, y en la que de momento ya he invertido casi 500€. Luego han aparecido otras plataformas, algunas muy interesantes como Goteo (muy enfocada a la cultura libre y el crowdsourcing) o Kifund (enfocada al audiovisual), y creo que esto evidencia que es algo que se está normalizando en la península.

Rememorando las primeras reflexiones, en un primer momento pensé que era un buen reciclaje de “la venta de lotería puerta a puerta para pagar el viaje de fin de curso” y que además tiene el añadido que no sólo puedes llegar a tus amigos, familiares y vecinos, si no que también permite llegar a conocidos de tus conocidos e incluso desconocidos a través del portal y su comunidad.

Era también la forma de hacer público y menos chapucero lo que en el campo de los juegos de mesa se conoce como P500: si un mínimo de 500 jugadores están dispuestos a comprar el juego, éste se produce. De lo contrario, no está garantizada la venta del mínimo número de unidades para que sea rentable y por tanto no se llega a fabricar el juego.

Además, especialmente cuando nos referimos a financiación cultural, la idea de que sea la ciudadanía quien decida qué proyectos le interesan, sigue siendo mucho más atractiva a que exclusivamente sea un comité de supuestos expertos supuestamente independiente. Al menos para un número significativo de casos… Pero del aspecto negativo de la opción prefiero hablar otro día.

Y vosotros ¿qué historia y qué opinión tenéis del crowdfunding? ¿Participais ya en algún proyecto?